“Es un mundo particular, el nuestro. Particular y circunscrito. Todos nos conocemos. Somos un poco como agentes secretos con licencia para escribir.”
A Faye Lizzy Sandstrom no le gustan las definiciones. Sobre todo, no le gusta definirse a sí misma. Trabaja para la agencia de escritores fantasma Ghostly Whisper, con la obligación de guardar absoluto secreto sobre sus clientes y las historias que le encargan. Lleva una existencia cotidiana, aunque no regulada, escribiendo novelas de ciencia ficción, fantasía urbana, terror y misterio entre Fulham Broadway, el barrio londinense donde vive, y South Kensington, donde se encuentra su crepería favorita. Con horarios disparatados, hambre hasta altas horas de la madrugada, un ordenador perpetuamente conectado, mensajes intercambiados con otros escritores fantasma y empleados de Ghostly, las únicas personas con las que se relaciona tanto virtualmente como en la realidad. Y con un misterioso líder supremo cuya identidad nadie conoce, llamado “La Voz”.
Hasta que un buen día... le encargan escribir una novela romántica. O mejor dicho, una novela para chicas. Con cierta urgencia, además. El universo de Faye se precipita de repente en un abismo de desesperación. Sin ideas, sin argumento. Sin historia. Sí, porque Faye no está nada predispuesta al género. Las historias de amor no son lo suyo. Pero viéndose en una situación desesperada, obligada a aceptar el encargo, debe buscar a toda costa un tema para la historia lo antes posible.
En respuesta a sus súplicas, el tema se le manifiesta en forma de un nuevo vecino llamado Derek. Un vecino al que Faye encuentra en el parque que hay debajo de su casa, paseando a su perro. Un vecino encantador, provocativo, sensual, con un físico impresionante atravesado por un enorme tatuaje. Absolutamente perfecto para inventar una historia de amor ficticia que entregar a Ghostly Whisper. Quizá demasiado para la realidad a la que Faye está acostumbrada.
Pero, ¿es Derek, “el vecino tatuado”, realmente quien dice ser? ¿Su acercamiento a Faye es realmente pura coincidencia?
“Ella solo quería escribir una historia. Él quería vivirla.”
A Faye Lizzy Sandstrom no le gustan las definiciones. Sobre todo, no le gusta definirse a sí misma. Trabaja para la agencia de escritores fantasma Ghostly Whisper, con la obligación de guardar absoluto secreto sobre sus clientes y las historias que le encargan. Lleva una existencia cotidiana, aunque no regulada, escribiendo novelas de ciencia ficción, fantasía urbana, terror y misterio entre Fulham Broadway, el barrio londinense donde vive, y South Kensington, donde se encuentra su crepería favorita. Con horarios disparatados, hambre hasta altas horas de la madrugada, un ordenador perpetuamente conectado, mensajes intercambiados con otros escritores fantasma y empleados de Ghostly, las únicas personas con las que se relaciona tanto virtualmente como en la realidad. Y con un misterioso líder supremo cuya identidad nadie conoce, llamado “La Voz”.
Hasta que un buen día... le encargan escribir una novela romántica. O mejor dicho, una novela para chicas. Con cierta urgencia, además. El universo de Faye se precipita de repente en un abismo de desesperación. Sin ideas, sin argumento. Sin historia. Sí, porque Faye no está nada predispuesta al género. Las historias de amor no son lo suyo. Pero viéndose en una situación desesperada, obligada a aceptar el encargo, debe buscar a toda costa un tema para la historia lo antes posible.
En respuesta a sus súplicas, el tema se le manifiesta en forma de un nuevo vecino llamado Derek. Un vecino al que Faye encuentra en el parque que hay debajo de su casa, paseando a su perro. Un vecino encantador, provocativo, sensual, con un físico impresionante atravesado por un enorme tatuaje. Absolutamente perfecto para inventar una historia de amor ficticia que entregar a Ghostly Whisper. Quizá demasiado para la realidad a la que Faye está acostumbrada.
Pero, ¿es Derek, “el vecino tatuado”, realmente quien dice ser? ¿Su acercamiento a Faye es realmente pura coincidencia?
“Ella solo quería escribir una historia. Él quería vivirla.”